Las Logias Lionesas

Ciudad de reputación sulfurosa, dos rasgos en particular predispusieron a Lyon para alcanzar la fama de “ciudad oculta” en vísperas del siglo XIX.

Curiosa reputación el de esta industrial ciudad burguesa, ganada gracias a la Masonería, que constituyo un crisol donde florecieron movimientos esotéricos; y a una de sus personalidades más brillantes: Jean-Baptise Willermoz, un rico comerciante de seda, destinado a convertirse en una figura fundamental de su esotérico siglo.

Lyon atrajo, también, a otras figuras como Martinès de Pasqually, Joseph de Maistre o Louis-Claude de Saint-Martin.

Más adelante, el movimiento “Coq enchaîné” reunió a Hermanos de la Resistencia en la cuidad durante la Segunda Guerra Mundial, y muchos de los alcaldes de la capital de la Galia fueron masones.

Después de digerir lentamente la influencia de Lugdunum l’Antique (parece ser que la deglución se alargó toda la Edad Media), Lyon recuperó su estatus de ciudad comercial europea en el siglo XVI, con la llegada de banqueros florentinos y comerciantes atraídos por las numerosas ferias organizadas a lo largo del año, mismas razones por las que se había convertido en la capital de las Tres Galias un milenio atrás.

Alcanzó un ámbiente europeo, mixto (que le valió el sobrenombre de “Myrelingue”) y cosmopolita. Su ubicación geográfica excepcional en el centro de Europa, en la confluencia de Occidente y Oriente, secunda el desarrollo de casi todas las artesanías de la época.

La ciudad brillará en banca, imprenta y, por supuesto, la seda. Pero, al mismo tiempo tuvo que preservar su saber hacer frente a la competencia, desarrollando la discreción y el secreto en muchos oficios que engendraron la formación de gremios profesionales, donde el aprendizaje estuvo sujeto a secreto y reservado solo para iniciados.

Esta tradición servirá de inspiración a las primeras congregaciones masónicas no operativas (no profesionales) que surgirán primero en Escocia alrededor de 1600, luego en Inglaterra y el resto de Europa durante el siglo XVIII.

L’Agla (Athah Gabor Leolam Adonaï), en hebreo: “Señor Tú eres grande en la eternidad”) reunió a los aprendices, compañeros y maestros de la corporación del libro. Esta imprenta tenía inspiración cabalista y de las matemáticas sagradas, que ofrecían una clave, probablemente creada bajo la influencia de la mirada de la comunidad judía sobre la obra principal impresa en ese momento: La Biblia, el Libro de los Libros.

Lo secular y lo religioso estaban estrechamente entrelazados y a nadie se le ocurriría cuestionar la existencia de lo divino.

Reproducir la Biblia era casi un ejercicio espiritual y místico. En el Renacimiento cualquier corporación profesional incorporó símbolos y ritos que les sobrepasarían.

En estas cofradías corporativistas cuya enseñanza, a menudo secreta, está impregnada de mística, se la Masonería.

Así, si las primeras logias especulativas, es decir filosóficas, toman prestados sus rituales y sus secretos de las logias operativas, es decir, de las hermandades de constructores, situándose en el linaje simbólico de todos aquellos que han hecho progresar el arte de la edificación a lo largo de la historia.

La Masonería especulativa cultivará el culto al secreto, por tradición, aunque sin tener mucho que ocultar. Esta posición hará que a menudo se lo considere esotérico y alentará las especulaciones más locas sobre sus supuestas actividades.

Aquel arte oculto era jerárquico. No existían fronteras entre disciplinas tan diferentes hoy como la ciencia y la tecnología, la filosofía y la religión, y todo el mundo era más o menos místico.

Paradigma de este tiempo fue François Rabelais (el enemigo de los que no ríen), iniciado en los secretos de l’Agla, llenó su obra con referencias esotéricas; así, la letra G, asimilada al ideograma alquímico de la sal, y que simboliza la Proporción Áurea, está abundantemente representada en la obra del franciscano epicúreo: Gargantúa, Grandgousier, Gargamelle…

Pero, pasemos a la histroia propiamente dicha de las Logias Lionesas, desde sus orígenes:

BIBLIOGRAFÍA:

COMBES, A., “Histoire de la Franc-Maçonnerie à Lyon, des origines à nos jours”. Brignais, Éditions des Traboules, collection « Lyon », 2006.

Chomarat, M., “Lyon, Carrefour européen de la Franc-Maçonnerie”. Lyon, Mémoire active, 2003.

Anónimo, “Éphémérides des loges maçonniques, L’Aigle & le Pélican”. Lyon, 1875.

Anónimo, “J.-B. Willermoz et le Rite Templier à l’Orient de Lyon”. Fédération Nationale Catholique, collection « Les Origines maçonniques », París 1935.

Anónimo, “Jean-Baptiste Willermoz et la Franc-Maçonnerie lyonnaise au XVIIIe siècle”. Lyon, Musée des Beaux-Arts, 1973.

Bacot J-P., “L’Histoire étrange d’une loge. « Les Amis de la Vérité » dans la Maçonnerie Lyonnaise”. Paris, Detrad, 1988.

http://www.linflux.com/lyon-et-region/willermoz-et-la-franc-maconnerie-lyonnaise/

 

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