Theosophische Wercken, 1682, Jacob Böhme

El devoto e iluminado filósofo teutón Jacob Böhme revela en sus obras, conforme al testimonio apostólico, todos los secretos profundos de Dios, de la naturaleza y las criaturas temporales, junto con el vero fundamento de la religión y la beatitud cristianas.

Se publicaron para bien de los amantes de la sabiduría divina y natural.

Las portadas fueron realizadas por él mismo y por su discípulo Gichtel. Son infrecuentes imágenes, en las que se utilizan los símbolos de la alquimia para fines puramente místicos.

Ese aprendiz de zapatero, a raíz de una súbita iluminación, escribió “Aurora, oder die MorgenrOte im Aufgang”, fue denunciado por el pastor local como herético, el manuscrito confiscado por el ayuntamiento, que le ordenó abstenerse de escribir tales cosas. Hizo caso omiso.

Estudia a Dios en sí, las manifestaciones de Dios en la estructura del mundo y del hombre. Para Böhme, Dios es a la vez inmanente y trascendente, y la creación es la manifestación de unas formas que moran en la informidad latente de la eterna naturaleza divina. El principal manantial de vida es el juego de contrastes del “Solve et Coagula”, de la luz y la oscuridad. El mal es el aspecto oscuro o airado de Dios.

Pero el mundo dividido en tres niveles sirve para demostrar primero el declive y la caída. luego el equilibrio y, por último, el triunfo del amor, equivalente al triunfo de la luz. Nunca la magia y la mística fueron tan lógicas.

 

Böhme enseñó que la realidad es un proceso continuo de unidad y división, y que todas las cosas constan de aspectos positivos y negativos. También dijo que el conflicto y el sufrimiento eran inevitables, incluso deseables, y que las criaturas finitas solo podían tomar conciencia de sí mismas y de Dios a través de la lucha contra la negatividad.

El libre albedrío fue el regalo más importante que Dios le dio a la humanidad, permitiendo al hombre buscar la gracia divina como una elección deliberada. Vio la encarnación de Cristo no como una ofrenda de sacrificio para cancelar los pecados humanos, sino como una ofrenda de amor por la humanidad, mostrando la voluntad de Dios de soportar el sufrimiento que había sido un aspecto necesario de la creación. También creía que la encarnación de Cristo transmitía el mensaje de que es posible un nuevo estado de armonía.

Hizo hincapié en el valor de la fe y la autoconciencia sobre la estricta adherencia a las Escrituras, y enseñó que cada individuo tenía una naturaleza única:

“A medida que las muchas clases de flores crecen en la tierra cerca unas de otras, y ninguna compite con la otra por color, olor o sabor, pero dejan que la tierra y el sol, la lluvia y el viento, el calor y el frío, hagan lo que quieran con ellos, mientras cada uno crece según su propia naturaleza, así es con los hijos de Dios”.

Gichtel, su místico y teósofo protestante alumno, fue el artífice de las ediciones de las obras de Böhme, gracias a los manuscritos propiedad de Abraham Willemsz van Beyerland, un comerciante de Amsterdam responsable de salvar las obras de Böhme de una destrucción casi segura recogiéndolas en la forma en que habían existido hasta entonces, es decir, en la forma de los manuscritos.

Gichtel describió la propia transfiguración de su cuerpo sutil en un proceso que no guarda relación con la alquimia tradicional. Sostenía que se le había presentado en varias ocasiones la piedra filosofal y había declinado la oferta porque dicha piedra solo concedía acceso al nivel solar de ascensión psicoespiritual, que aseguraba haber superado ya.

Los mismos aspectos de los escritos de Böhme que parecían heréticos y amenazantes para la iglesia luterana se convirtieron en una influencia duradera y una inspiración para los pensadores religiosos modernos. Como místico, no basó sus ideas en un razonamiento lógico estricto, sino en la intuición y su experiencia religiosa personal. Presentó su cosmología como una fusión de principios de psicología y alquimia. El retrato de Böhme de la ira divina y el amor divino de Dios imbuyó a Dios de personalidad y garantizó que el hombre pudiera experimentar una conciencia profundamente personal de Dios. Su rechazo de una interpretación dogmática estrecha de la Biblia y el énfasis en la fe individual influyó en los movimientos protestantes posteriores.

El pensamiento de Böhme influyó en las ideas de los románticos alemanes, en particular G.W.F. Hegel, F. von Baader y F.W.J. von Schelling; e indirectamente afectó el pensamiento de Schopenhauer, Nietzsche, Hartmann, Bergson y Heidegger. Paul Tillich, Martin Buber y Carl Jung se basaron en sus escritos. Böhme también influyó en místicos como Emmanuel Swedenborg y William Blake, George Fox (fundador de los cuáqueros) y grupos como los de Filadelfia y los masones. Goethe y William Law lo tenían en gran estima.

BIBLIOGRAFÍA:

Isidoro Reguera. Jacob Böhme. Ediciones Siruela. SBN:978-84-7844-683-4

Stanislas Klossowski de Rola. El juego áureo: 533 grabados alquímicos del siglo XVII.

 

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