Escrito supuestamente por Horapollo Niliacus, en el siglo IV d.C., y traducida al griego por Filipo en 1505, “Los jeroglíficos” de Horapollo es una antología de casi doscientos “jeroglíficos” o emblemas alegóricos, utilizados por los escribas faraónicos para describir aspectos naturales y morales del mundo.
Informó gran parte de la iconografía occidental desde el siglo XVI hasta el XIX. Esta obra no solo cuenta cómo se simbolizaron diversos tipos de fenómenos naturales, emociones, virtudes, conceptos filosóficos y tipos de caracteres humanos, sino que también explica por qué, por ejemplo, el universo está representado por una serpiente que se traga la cola o el afecto filial por la cigüeña.
El tratado está compuesto de dos libros. El primero se divide en 70 capítulos y el segundo en 119, dedicados cada uno a un solo jeroglífico, una extraña mezcla de fantasía combinada con sorprendentes pinceladas de realidad. Parece ser que Horapolo estuvo en contacto con la verdadera tradición jeroglífica por la existencia en aquella época del conocimiento de primera mano sobre ese sistema.
Los Hieroglyphica fueron descubiertos en 1419 en la isla griega de Andros por Cristoforo Buondelmonti, geógrafo y monje italiano de Florencia. En 1422, llevó a Italia la única copia manuscrita conocida, que anteriormente se conocía solo por referencias en la enciclopedia bizantina “Suda” del siglo X.
El manuscrito, que se conserva en la Biblioteca Medicea Laurenziana, fue muy popular en un círculo pequeño de humanistas florentinos, que incluía a Aldus Manutius y Giorgio Valla.
Fueron copiados durante el S XV en numerosas ocasiones, e impresos por primera vez en 1505 por Aldo. Ese mismo año, Manutius incluyó la traducción griega en una colección de fábulas e historias.
Piero Valeriano, un erudito humanista instruido por Giorgio Valla, publicó dos obras sobre mitología: Amorum quinque (1549) y Hieroglyphica (1556). La Hieroglyphica de Valeriano fue en muchos sentidos una continuación de las obras de sus tutores, e incluye el texto original de Horapollo traducido al latín. En su obra combinó el conocimiento adquirido por Horapollo y sus estudios (basados en más de 400 otras fuentes griegas y latinas) y produjo el primer diccionario renacentista de símbolos y jeroglíficos.
La copia manuscrita más interesante quizá sea la traducción latina de Willibald Pirckheimer. Se la encargó el emperador Maximiliano I, quien la recibió en 1515, con ilustraciones de Aberto Durero.
Antes de Horapolo, la cultura egipcia, y con ella el conocimiento de los jeroglíficos, la habían propagado en griego Manetho, Bolos de Mende, Apión y Cairemón. Todas sus obras, que han sobrevivido solo fragmentariamente, se escribieron en el mismo estilo que los Hieroglyphica, único tratado antiguo completo sobre los jeroglíficos egipcios.
El método de Horapolo fue acogido con entusiasmo por los humanistas, puesto que proporcionaba un medio de imitar a los egipcios expresando secretas sutilezas en imágenes simbólicas que solo los iniciados podían comprender.
Los Hieroglyphica ofrecían un tesoro de nuevas alegorías que los humanistas aprovecharon bien directamente en sus obras (como el famoso Ehrenpforte, de Alberto Durero o, más comúnmente, la ya nombrada compilación de Giovanni Pierio Valeriano, también titulada “Hieroglyphica” de 1556).
Pero la auténtica relevancia del libro de Horapolo fue, sobre todo, instaurar un nuevo y difundido modelo de comunicación simbólica. A partir de la referida Enéada de Plotino, más los comentarios de Ficino, se entendió la representación jeroglífica como una forma inmediata, total y casi divina de conocimiento, opuesta a la mediata, incompleta y temporal, propia del lenguaje discursivo. Estas ideas inspiraron no solo a Ficino o Giordano Bruno, sino a Erasmo, Athanasius Kircher e incluso a Leibniz. Por otra parte, esta obra implantó la moda de “escribir con signos mudos” (Alciato), contribuyendo así de manera decisiva a la evolución y popularidad del género emblemático. De hecho, según ya señalaba Mario Praz, los emblemas se vieron normalmente en este período como equivalentes modernos de los signos sagrados egipcios.
Para saber más:
The Hieroglyphics de Horapollo Nilous – Traducción de Alexander Turner Cory (1840)
- Klossowski De Rola. El juego áureo. 533 grabados alquímicos del siglo XVII. Ediciones Siruela, 1988.