“Ora, lege, lege, lege, relege, labora et invenies”, declara el lema del “Mutus Liber” de 1677.
Los más famosos alquimistas de la historia, Artephius, Nicholas Flamel, Salomon Trismosen, Michael Maier, Philalethes, Dom Pernety y Fulcanelli, entre muchos otros, han hablado explícita y con exasperante oblicuidad sobre sus manipulaciones en el laboratorio, en cuyo atanor vertían una combinación de ingredientes, a saber: oración, estudio y trabajo directo, con la materia y el mantra “Ora, lee, lee, lee, vuelve a leer y encuentra”.
La alquimia occidental trató de realizar una exégesis de la antigua búsqueda de la comunión mística con el proceso arquetípico esencial de la Naturaleza. Sintetizaron este método simbólicamente a través de procesos químicos y la indispensable auxilio de la providencia.
Pero, ¿qué hacían realmente en sus laboratorios?
El monje benedictino Antoine Joseph Pernety, nació en 1716. Parece ser que mostró interés por la Masonería alrededor del año 1760. Es conocido por dos obras: ”Les fables égyptiennes et grecques dévoilées et réduites au même principe, avec une explication des hieroglyphes et de la Guerre de Troye” de 1786, y “Dictionnaire mytho-hermétique” de 1787. En ellos configura al sujeto como ser físico, sin un horizonte más allá de él mismo en lo que a Alquimia se refiere.
Tenía dos objetivos: ser un remedio universal para la enfermedad en los tres Reinos de la Naturaleza (animal, vegetal y mineral); en los metales inferiores residirían el dolor y la aflicción de la imperfección, pudiendo alcanzarse el estado de oro sólo por la regeneración del arte hermético. Su otra meta era la transmutación de sustancias metálicas en oro más puro que el que se encuentra en la naturaleza.
Aunque pueda no parecer obvio, son dos en uno. La terminología de la literatura alquímica, tan sugerente en el aspecto espiritual, no abrió puertas a Pernety. El alma sensible para él no es la parte psíquica, sino la sal amoniacal, y el término Alma en su sentido católico es la Maestría Perfecta en el Rojo, como el Fermento que anima a la Piedra para su conversión en elixir. Así también el Espíritu Universal es un elemento difundido por toda la atmósfera e impregnado de la virtud de las estrellas; es el alimento de la vida natural. No es inmaterial, sino una sustancia muy tenue, sutil y penetrante, que entra en todos los composites.
Esto determinará el hermetismo que Pernety representaría en los ritos de Masonería por él establecidos. Se dice que los perfeccionó en la Academie des Illumines d’Avignon establecida en una Logia, aunque este es confuso.
Se dice que él y el Conde Grabbianka inaugurarón o dirigieron a los Iluminatis, y su dedicación se dividió entre el hermetismo y el sistema visionario de Swedenborg.
A pesar de ser benedictino y alquimista, Pernety había caído bajo la influencia del vidente sueco. Solicitó a Roma una dispensa de sus votos, que recibió alrededor de 1765; a partir de entonces se identificó más plenamente con el movimiento masónico y oculto.
Pernety, además, fue uno de los fundadores de la Logia Hermttique du Gontrat-Venaisin, y en 1778, pudo haber participado en el establecimiento de la Academie des Vrais Maqons, un sistema de seis grados, también hermético, mostrado por títulos como Caballero de la Llave de Oro, Caballero del Arco Iris, Caballero Argonáutico y Caballero del Toisón de Oro. En los dos últimos, su interpretación de la mitología griega puede haber pasado a la forma dramática del ritual.
The Illumines du Zodiaque es otra de sus creaciones legendarias, y para algunos escritores es un autor alternativo con el Barón Tschoudy del Grado llamado Caballero del Sol, que aún permanece en el sistema del RITO ESCOCÉS ANTIGUO Y ACEPTADO.
Según Emanuel Swedenborg, en Aviñón alrededor de 1760 surgió una asociación no oficial y bastante privada, en la que estaban involucrados el Conde Grabbianka y el Abbe Pernety, y que concluyó en el RITO DE LOS FILALETOS. La Sociedad Magó-Cabalística, que era el nombre que le atribuyó Benedict Chastanier, un masón y discípulo ardiente de Swedenborg, estaba ocupada con el mundo de la profecía visionaria y estaba preocupada por las revelaciones de Swedenborg, a lo que el abate Pernety había añadido su propia preocupación por la Alquimia y probablemente algún aspecto masónico. El Conde Grabbianka regresó a Aviñón en 1787 y transformó la Societe des Illumines d’Avignon en una Logia Masónica.
Algo existió en Aviñón en 1760 o alrededor de esa fecha. No era masónico, no era un Academic des Illumines, y no tenía nada que ver con Swedenborg: asumió estas características posteriormente, es decir, alrededor de 1785. Aparecieron una secuencia de grados conectados con el motivo hermético en la Masonería, pero no eran de tradición masónica.
Se supone que Pernety pudo haber participado en la producción de los Rituales.
BIBILIOGRAFÍA