El concepto de la regularidad masónica ha sido utilizado de diferentes maneras y para fines distintos por los cuerpos regulares.

Pero, en primer lugar, deberíamos separar el concepto “regularidad” del concepto “reconocimiento”.

Lejos de ser indiscutible y válido para todos los masones, la regularidad y el reconocimiento pueden variar no sólo de un país a otro sino también de una obediencia a otra, a la luz de que pueden basarse en tradiciones que se remontan a su historia, a puras decisiones políticas o a tratados entre instituciones independientes.

La moderna Masonería muestra que los requisitos y criterios de regularidad fueron moldeados según los intereses de la Gran Logia de Inglaterra y, posteriormente, a partir de 1813 por la Gran Logia Unida de Inglaterra.

Con Distritos y Grandes Logias en todos los continentes y con la llegada interminables de Demandas de Reconocimiento, no hubo tiempo de realizar un seguimiento de la situación en cada país.

Así, la Gran Logia Unida de Inglaterra se fue adaptándose a su nuevo rol en el mundo, tratando de defender lo que entiende como Masonería original y conservando sus zonas de influencia. El discurso de la regularidad fue la piedra angular de gran parte de sus relaciones.

La historia de la Masonería se hizo más analítica y menos metafísica, su tradición debía ser rastreable, preferiblemente hacia Inglaterra, sin más leyendas o “tiempo inmemorial” que pudiera permitir un patrimonio común.

Aunque las obediencias masónicas quieran enumerar requisitos para la regularidad, no existe una forma canónica para hacerlo. Así que la regularidad y el reconocimiento pueden ser “reinterpretados” en nombre de la conveniencia política, momentánea o permanentemente. Esta adaptabilidad argumentativa, curiosamente, se ha realizado en nombre de la tradición.

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Se llaman regulares los cuerpos masónicos que se identifican como, o que buscan reconocimiento, dentro del modelo creado por la entonces Gran Logia de Londres y Westminster en 1717 y sus Constituciones.

Y denominan liberales a aquellas obediencias masónicas que también reclaman sus orígenes en los gremios, con su posterior tránsito a lo que se ha denominado masonería especulativa, pero que adoptan un entendimiento diferente a las normas establecidas en el Constituciones inglesas.

Su ejemplo más notorio es el del Grand Oriente de Francia que en 1877 dejó de exigir a sus miembros creer en un Principio Creador, haciendo opcional la referencia al Gran Arquitecto del Universo y la presencia de la Biblia en sus rituales. Más recientemente, en 2010, comenzó oficialmente a iniciar mujeres.

Los cuerpos regulares califican como irregulares a quienes practican la masonería en forma distintiva, mientras que los cuerpos masónicos liberales califican, a veces, a sus contrapartes regulares como conservadores.

Imagen de un partido de rugby femenino entre Francia e Inglaterra

Por tanto, la denominación “Masonería liberal” es la más favorables dentro de los diversos nombres que se dado a esta corriente.

Parece complejo hablar de “la Masonería” con un artículo definido, ya una concepción universalista le quita profundidad y particularidades. Esta noción de una “masonería universal” se produjo en un tiempo específico y se utiliza hoy en para el “consumo” de algunos; tal comprensión de la universalidad se desvanece rápidamente cuando se confronta a casos concretos.

Jacques Le Goff (historiador), dado que la universalidad de la Masonería es uno de sus monumentos, sugiere: ”(…) se debe al esfuerzo de las sociedades históricas por imponer al futuro -voluntaria o involuntariamente- una autoimagen determinada. En el borde, no hay un documento-verdad. Todo documento es una mentira. Corresponde al historiador no actuar como un ingenuo”.

Por lo tanto, es importante recordar que es extremadamente frágil -o denota una voluntad de hegemonía – hablar de “La Historia”. Así, es igualmente precario hablar de “la historia de la Masonería”.

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