No existen las personas que serán. Solo existen las personas que somos ahora. Al decir que el único tiempo real es ahora, parece que estamos diciendo que no persistimos en el tiempo, porque nuestro yo pasado y futuro no existe.
¿Qué significa que algo persista en el tiempo?
Consideremos la afirmación: mis zapatos están sucios, necesito limpiarlos. Y consideremos la pregunta: ¿Cómo llegaron a este estado?
La respuesta es que el polvo y otras partículas se han acumulado en su superficie y los han tiznado. Sus propiedades han cambiado: antes no existía esa suciedad y mugre en su superficie y podíamos afirmar que los zapatos estaban limpios. El caso es que para que unos zapatos se ensucien es necesario usarlos, (si pisas un charco se manchan más), y es necesaria la ampliación del tiempo. Y para volver a lustrarlos hace falta agacharse y pulirlos, y es necesaria otra ampliación del tiempo.
La visión estándar de la identidad es que cada cosa es completamente ella misma en un momento dado. Entonces, ¿cómo puede algo o alguien, o una institución, permanecer idéntica a sí misma a lo largo del tiempo, si cambian sus propiedades o sus integrantes?
En muchos sentidos, ahora tenemos propiedades diferentes a las que teníamos el año pasado. Pero si somos otros, ¿cómo puede ser el mismo Taller? Nosotros persistimos en el tiempo de una manera y nuestra institución persiste de otra.
He oído alguna vez decir que el Taller es muy sabio. Y creo que es cierto, que existe un pensamiento colectivo y/o un egregor que nos conecta en torno a un mismo proyecto, con las personas que estuvieron antes y con las personas que vendrán después.
Pero, ¿cómo persiste una Logia? Tal vez, valiéndose de la herramienta que no se cansa nunca, siempre vuelve al mismo lugar, no importa cuánto se mueva o cuánto se traslade. Persiste en el bien con tozudez, por pequeño o grande que haya sido el desvío: siempre retorna al lugar del que por algún tropezón tuvo que salir.
¿Por qué una Logia persiste?
Porque la permanencia en la Masonería de sus miembros no fue solo formal en el pasado o virtual en estos tiempos. Ahora que la pandemia esta escampando, no deberíamos quedarnos esperando a que ocurra el milagro de reconocernos miembros de una sola Humanidad igual y llena de respeto para cada prójimo. Hay que trabajar todos los días.
En la Logia hay una inmensa herramienta invisible que se extiende desde el Aprendiz hasta el Venerable Maestro. Esa fuerza de gravedad, atrae al masón hacia el centro, hacia su energía vital interior y hacia la luz que surge de él.
Enseña que nada es lo que parece ser. Las rectas paralelas no existen: solo podríamos hablar de auténticas paralelas si la Tierra fuera plana, pero ¡la tierra es redonda!
A escala humana no hay diferencia, todo tiene, pues, dos puntos de vista, el aparente y el real. Vivimos en un mundo de apariencias y conocemos pocas realidades; es nuestro trabajo sería el de ir descubriendo estas con paciencia, estudio y reflexión y, por supuesto, aceptando que podemos estar equivocados en todo lo que creemos y vemos.
Si pensásemos en las paralelas generadas por la plomada y en la gravedad que atrae el peso de la plomada hacia la superficie terrestre, veríamos que todas las perpendiculares convergen en el centro de la Tierra. La Tierra es redonda…, ¡la Logia no puede ser plana!
“En la construcción, la plomada no interviene al principio del trabajo sino cuando ya va adelantado. Se usa para ir verificando si lo construido posee la rectitud correcta, con el fin de corregir las desviaciones o errores que pudieren haberse presentado en el avance de la obra”. Iván Herrera Michel, “Las Herramientas Masónicas”.
Para volver a lustrar unos zapatos hace falta agacharse y pulirlos: trabajo, lealtad y compromiso.