¿De quién estamos hablando aquí? De aquellas personas que hacen preguntas privadas e inapropiadas como “por qué no tienes hijos” o “cuándo te casarás”. O de aquellos que dan consejos y opiniones no solicitados… y más.
La intromisión psicológica encubierta y furtiva, a veces se apoya en una serie de preguntas aparentemente inocentes.
¿Qué tipo de preguntas hacen estas personas? ¿Son preguntas razonables y curiosas sobre tu vida y solo para entablar una conversación o son innecesariamente intrusivas? ¿Con qué frecuencia hacen preguntas? ¿Es de vez en cuando o es un aluvión incesante sobre todas las áreas de tu vida? Son personas que tienden a preguntar restando a los demás privacidad.
Parece ser que existen personas invasivas directas e indirectas. Las directas, se relacionan desde la exigencia, órdenes, o imposición. Las indirectas, se relacionan desde la queja, el lamento o el victimismo.
El prefijo “in” indica algo interno y “vas” el sentido de ir. Lo invasivo es aquello que sale de su propio territorio para penetrar en otro que no le pertenece.
Otro matiz es el apasionamiento invasivo, un auténtico muro en el que se colisiona una y otra vez. Por un lado, es una especie de torbellino que encontramos en todas las actividades, conversaciones, o cualquier cosa que se nos ocurra.
Son personas que carecen de límites tanto con respecto a sí mismos como con respecto a los demás.
Lo más importante y característico de su personalidad y funcionamiento es que no se dan cuenta de hasta qué punto pueden llegar a desgastar a los que les rodean, pareciéndoles increíble que los rechacen o los eviten la mayor parte del tiempo posible.
Se sienten incomprendidos y duramente juzgados, sin entender el porqué y pueden llegar a extremos de sentirse las “víctimas propiciatorias” del egoísmo y desconsideración de los demás.
Otra característica, puede ser, una notable impulsividad. En realidad, no pretenden causar problemas, pero si no consiguen administrarse o contenerse, literalmente funden a los que les rodean como si fueran copos de nieve al sol.
Cuando se les proporciona información personal o motivadora, le dan vueltas y vuelven a interrogar, opinar, interpretar y sacar conclusiones sobre el tema, consiguiendo, en lugar de aproximarse, un rechazo mayor.
Proyectan sus miedos y complejos. Personalizan la opinión que se les da. Ofrecen un modelo como único y veraz (las parejas son o tienen que, la familia debe de, etc.).
No permiten la distancia que los demás desean. Cuando se la piden, transmiten una sensación de enfado o de no entendimiento. Más tarde, dicen darla porque quieren o comprenden a su interlocutor, pero pasa un tiempo y vuelven a lo mismo, tras “permitir” el espacio o el tiempo que estiman conveniente o que es “normal”. Así hacen sentir culpable o malas personas a los demás.
El BOTÓN ROJO: STOP
Una opción puede ser responder con otra pregunta: “¿Por qué sigues haciéndome todas estas preguntas sobre mi vida? No es asunto tuyo cada pequeño detalle de la historia de mi vida”.
No es asunto suyo cada pequeño detalle de adónde vamos, qué estamos haciendo o qué hicimos. Es necesario respetar la privacidad de otras personas, sean pareja, amigos, familia, empelado, ¡lo que sean!
Otra táctica, es anticiparse e interrumpirlos cada vez que estén a punto de hacer otra pregunta invasiva. Con el tiempo, pueden aprenderse sus patrones y conocer cuándo llegará una pregunta. Simplemente, habría que cortarles antes de que puedan preguntar y controlar la conversación desde allí.
Estos pasos pueden parecer desalentadores, especialmente para aquellos que no son propensos a conflictos o discusiones. Sin embargo, es necesario: nadie necesita disculparse por establecer límites con los demás, en ningún contexto.
Los límites son importantes en diferentes áreas de nuestra vida. En ningún momento la tolerancia significa cargar con los errores del otro. San Agustín decía: “perdonad a los que yerran, pero combatid y dadle muerte a los errores”.
El respeto es un atributo axiológico del hombre para el hombre, es decir como homo sapiens, que debe mantener su mente libre y abierta, para pensar sobre sí mismo y sobre el maravilloso espectáculo del universo.
En este sentido, la tolerancia masónica no introduce restricciones, sino que establece condiciones para la expresión.